divendres, 10 de juny del 2011

Inseguridad...

Inseguridad, básicamente es eso, no ser capaz de decir qué es realmente lo que pienso. No conseguir olvidar todas esas palabras que revolotean por mi cabeza como mariposas y se meten en todo lo que pienso, siempre, diga lo que diga, haga lo que haga, están allí para recordarme que mi cerebro tiene que estar en otro lado, pensando en lo mismo en todo momento, sabiendo que a la mínima que pueda despistarme ese sentimiento volverá, como un boomerang.
Cuando algo te importa y te afecta, por mucho que lo eches fuera, que hagas un paquete y lo envíes años luz de aquí, volverá, tarde o temprano, para recordarte que hay algo que está allí, y que está a medias, que no está clara ni solucionada y que debes hacerlo, decirlo, para conseguir tu tranquilidad emocional y que esas mariposas que se meten en tu cerebro salgan volando y no vuelvan.

Y las mariposas siguen sin marcharse, les gusta jugar, volar de un lado a otro de mi cerebro y meterse dentro de cada pensamiento. Cada cosa que veo, oigo o siento, tiene una pequeña mariposa que me recuerda esas palabras seguramente dichas con buena intención, solamente eso, sin ninguna otra finalidad. Palabras que me confunden, que están en la frontera entre la gran amistad y lo que podría ser algo más. Palabras que hacen que mi consciencia se divida en dos partes: la que me dice que adelante, que sin miedo, que le diga lo que piense sin más, que todo va a salir bien y que si no sale, me habré quitado un peso de encima. Y la otra, la que me dice que es imposible que él sienta lo mismo que yo, que he malinterpretado sus palabras y que no debo decirle nada porque puede que su reacción no sea la esperada.

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