Dicen, que cuando se
cierra una puerta se abre una ventana, dándote esperanza, una vía
de escape, un lugar por donde salir, o entrar. También hay quien
prefiere no abrir ventanas, conformándose con el aire artificial de
un ventilador, pero ese es otro tema.

Una
vez tenemos todas las ventanas convertidas en pequeñas puertas, sin
cerrar, esperando visita, y los monstruos aislados tras la puerta
cerrada, habiendo dejado ese capítulo atrás, llega una racha de
aire repentina que hace que la cerradura de la puerta vieja,
destrozada, llena de golpes, y ya débil, ceda, haciendo que la
puerta quede abierta de par en par. Entonces, todos los monstruos
pasan hacia nosotros, y es allí, cuando nos damos cuenta de que esos
monstruos ya no nos dan miedo, nosotros hemos crecido, hemos
madurado, descubrimos que podemos pisar esos monstruos y que se
conviertan en humo, haciendo que después de soplar fuerte, vuelen
muy alto y muy lejos, no vuelvan a aparecer jamás.