Yo me dedico a pintar pensamientos, plasmarlos sobre papel, alejando los murciélagos que van comiéndonos por dentro, que a veces son bonitas mariposas, pero cuoseando llevan demasiado tiempo allí se transforman y te van consumiendo, poco a poco, impredeciblemente. Estos murciélagos pasan de mi mano a mi bolígrafo, y de allí se convierten en esta tinta azul con la que escribo, en palabras. Quedando aquí, permanentes, pero sin permanecer dentro del corazón haciendo cada vez más daño.
De esta forma todos esos sentimientos, el dolor, la agonía, la angustia y, a veces un odio sin sentido, desaparecen, haciendo que vuelvas a empezar a escribir, pero esta vez en un papel en blanco, intentando evitar las influencias del pasado, tanto de las mariposas como de los murciélagos, porqué a pesar de todo, son eso, pasado, por lo tanto hay que volver a empezar de nuevo: “Había una vez…”